google-site-verification=oGd01RTy6_qJ_3BvAGZHUNfzisilu4_S6AMZ9SPNySw "DE AIRE..." CUENTO CORTO, Anton. - Hijos de nuestros Hijos - Letras

sábado, 6 de noviembre de 2021

"DE AIRE..." CUENTO CORTO, Anton.

 

 

Un  cuento  corto, de la amistad, de la existencia, de los recuerdos. Desopilante y de final inesperado, lo he compartido en una edición privada con mis amigos, ahora para todos ustedes.

Espero que les guste, desde ya gracias 

 

 

De Aire…

 

 

“El morirá y yo moriré.
El dejará su rótulo y yo dejaré mis versos.
En un momento dado morirá el rótulo y morirán mis versos.
Después, en otro momento, morirán la calle donde estaba pintado el rótulo
y el idioma en que fueron escritos los versos.
Después morirá el planeta gigante donde pasó todo esto”.

                                                                               Fernando Pessoa.

 

 

 Se espera que suceda lo inverosímil, lo sobrenatural, por miedo uno trata de adivinar: ¿Desde dónde?, ¿Quién?, ¿Cuándo?  Imposible predecirlo, el estado de alerta resulta inútil como  paraguas contra las sorpresas.

Hubiera sido una mañana normal para Fabio Luis de no ser por la inusual tranquilidad de la que gozaba en la  oficina de su panadería, no sonaba el teléfono ni el celular, nadie había llamado por consultas, no lo habían solicitado por inconvenientes en la producción. La escena parecía una foto, silencio. El, sentado frente a su ordenador, inmóvil luego de haberse tomado un café.

Tres golpes fuertes en la puerta y un grito destemplado  rompieron la breve paz de la mañana:

—¡Fabiooo, Fabiooo! —y así, sin más, entró familiarmente a la oficina, se desplomó en una de las sillas y dijo —¡Que mañanita!

Fabio  no salía de su asombro. El hecho lo arrebató, una mezcla de sorpresa y emoción aceleraron sus latidos, hicieron perder el ritmo de su respiración. Sin poder sobreponerse balbuceó con voz entrecortada:

—¡Hugo querido, que sorpresa!¿Qué estás haciendo acá? —dijo mientras se incorporaba para intentar  darle  un abrazo.

—¡No seas cargoso, sabés que me cansan tus adulaciones! —dijo Hugo con gesto de fastidio y complicidad.

 

Apareció en su oficina esa mañana, pero Hugo había muerto hacía casi diez años. Era imposible, era irreal, había caído mucha lluvia sobre su muerte. Cuando al momento lo supera con creces el asombro: ¿Qué se hace?, ¿Se sale corriendo?, ¿Te tiras por la ventana?, ¿Morís de sorpresa? O seguís la corriente de la situación para descubrir  que está sucediendo.  Fabio quería saber de qué se trataba.

 

Hugo. Su nombre era Hugo Chamberco, un personaje imposible, de esos que para recordarlo se necesita verlo solo una vez. Un metro noventa, pelos largos y despeinados.  Sus dientes delanteros  tipo conejo, renegridos por los tres atados de Chester que  fumaba. Superaba los ciento cincuenta kilos, usaba pantalones tiro corto, por lo que cada vez que se agachaba se le  veía (y mucho)  la raya del culo. Se reía el desfachatado cuando eso sucedía. A pesar de lo descuidado de su apariencia, Hugo había adquirido con los años una rara sabiduría, fruto de su desprejuiciada vivencia callejera.

Fabio lo había conocido hacía  unos cuarenta años de forma casual. En la calle 9, una tarde, escuchó desgarradores alaridos, miraba, miraba y a nadie veía. Luego, a unas cuadras,  vio aparecerse a un gigante llorando desconsoladamente, revolcándose en la vereda y dando gritos atormentados.

—¿Porque a mí, Dios, porque a mí?

Ni la gente que por allí caminaba ni Fabio Luis podían salir del asombro, semejante loco gritando y revolcándose en la calle con algo entre sus brazos. Sucedía que, por desgracia, a Hugo se le había muerto su perrito Pequinés y mientras lo sostenía y lloraba, quien sabe donde lo estaba llevando.  Un escándalo. Así lo conoció Fabio y así de escandaloso fue el gordo durante  todos esos  años en que fueron amigos. 

Hugo trabajó en muchos lugares, tenía más habilidades de  las que alguien podría imaginar. Fue camionero, estibador de  depósito, envasador de  azúcar, de arroz, de  aceite, tuvo verdulería. Una anécdota en cada uno de los lugares donde trabajó. Era intrépido, dicen que con los camiones hacia las maniobras de lo más sorprendentes, y también eran sorprendentes sus infracciones de tránsito. Pues bién, sin embargo,  el registro de conductor de Hugo: Impecable.

 

No podía progresar, eso lo desesperaba, siempre contando las monedas para llegar a fin de mes o para darle un gustito a Lala, su esposa, a quien le profesaba una religiosa y sincera adoración.

Y se canso de trabajar.

Un buen día dijo: —“Voy a vivir del aire”—.  No necesitaría  más de un sueldo, ni de una ayuda del estado. No le pediría prestado a sus amigos y ni loco robaría a alguien, simplemente se dedicaría a vivir de lo que a los demás les sobrara  o de lo que nadie le prestara ya más atención.

Y así fue. El  hacia changas por su cuenta con lo cual solventaba los gastos de su familia  y “todo, absolutamente todo” lo que pudiera obtener de lo que nadie usara  o de lo que nadie prestara  ya  más atención seria para progresar y si se podía,  juntar ahorros.

Se le había ocurrido esa profesión mientras trabajaba de estibador en un depósito, Hugo podía acomodar bolsas o cajas de manera que quien lo controle cuente 50 unidades cuando en realidad en la pila había 48. Pasaba todos los controles de stock sin problema y de vez en cuando se hacía de algún bultito para él.

Decidido, comenzó fabricando pasteles de membrillo, había inventado un método de hacerlos económicos sin que lo parecieran.  Usaba una tapa de masa en vez de dos y los armaba de una forma tan extraña que los pasteles quedaban inmensos pero con poquísimo peso. Obvio,  los vendía a precio de pasteles normales por todo Berisso, y por obra de su marketing callejero  un poco más caros también. Andaba en una Siambretta con un carro de tres ruedas. La moto era ruidosísima y él se desgañotaba gritando: “¡A los pasteles! ¡Pastelitos!”.

Y efectivamente progresó, logro construir un galpón  y comprar algunas maquinas usadas a precio de ganga.

Luego fabricó bolas de fraile,  las vendía a la salida del baile los fines de semana, iba con su Siambretta y en una mesa  ofrecía a los jóvenes su producto. Recuerdo haber visto a Fabio, joven en esa época  y pasado de alcohol, durmiendo con un pantalón blanco embarrado un sábado de lluvia bajo la mesa donde Chamberco vendía las bolitas.

El negocio radicaba en una cuestión: Había inventado un nuevo concepto de mercadeo, la innovadora “Oncena”. Las bolas de fraile se ofrecían por docena,  en el apuro de los jóvenes por comprar, Hugo les daba charla y en vez de doce bolitas le entregaba once. Pacientemente separaba los pesos de las bolitas que no había entregado y comenzó, ahora así, a ahorrar. Triunfar al fin con su sueño.

Después, compro una vieja pero pituca Estanciera y cambio de escala comercial. Pensaba hacer un negocio revolucionario, materializaba así sus proyectos. Soñaba con una rentabilidad infinita. Inspirado en la tan popular  “Compra-Venta”,  teniendo ya la camioneta  y un teléfono en el galpón,  imprimió tarjetas de su nuevo negocio al cual llamo “Sobra-Venta” con su número de teléfono y lo repartía por todos lados. A quien le sobraba algo él se lo retiraba y el secreto era que no  pagaba  un céntimo por el objeto retirado,  luego lo revendía al mejor precio que pudiera. Se generaban situaciones de lo más desopilantes. Nunca pago un centavo por objeto alguno  y fueron cuantiosas sus ventas que  pasaron a engrosar sus ya apreciables ahorros.

Esos fueron los años dorados de Hugo, caminaba la Avenida Montevideo visitando a sus amigos, cuidaba también a sus sobrinos. En el galpón, preparaba chocolate con torta para los chicos, los ayudaba con los deberes, les compraba libros, ellos eran su gran debilidad. Interminables rondas de mate y charla se hacían en su galpón, inclusive Fabio Luis lo visitaba.

 

El mundo  no escribe siempre la palabra bondad, y las almas victimas se van apagando de a poquito bajo su yugo.

Una banda de muchachos, no se sabe porque, le dieron una soberana paliza al pobre Hugo. Rostro desfigurado, un par de huesos rotos. El lamento tiene en esas fatalidades, rostros desconocidos.  Comenzó lentamente a salir menos, a trabajar menos, a tener algunos delirios de persecución  y  su imponente impostura se fue convirtiendo en una presencia taciturna. Ya no daba esos gritos que lo hacían un tipo tan particular,  ahora era un hombre callado que compartía charlas con unos pocos amigos, entre ellos Fabio.

Cuando el universo mira duro, hace las cosas duras de verdad, y como naipes, lo que antes parecía solido, hoy de un soplido se cae. Tal vez el dolor más duro de Hugo Chamberco fue cuando tuvo que separarse de Lala después de tantos años. El camino de la soledad estaba declarado. Se refugió en su galpón y en sus Chester, era, en esos tiempos, una sombra de él.

Una noche, mientras miraba televisión, Hugo se quedó dormido con un Chester en la mano y hubo fuego, un fuego implacable que hizo en un minuto desaparecer todo el galpón. Nunca supe, ni nadie supo cuanto había perdido esa noche, pero el incidente devino en problemas de salud y así Hugo un día, no recuerdo la fecha, termino por apagarse.

Murió solo, el aire de la realidad lo condeno a la desolación, muy pocos de sus amigos lo visitaban, inclusive Fabio Luis lo había abandonado. Pocos hojearon al cielo para pedirle perdón.

 

 

Pero esa  mañana  tranquila, el Hugo, el gordo, luego de casi diez años, estaba en la oficina de Fabio Luis que no podía salir de su asombro.

—Dejame darte un abrazo, al menos  —le dijo.

—¡Pero Fabio, que estas pesado hoy!

Se prendió un Chester y mirándolo con sorna le dijo:

— ¿Sabes que necesito? La formula de la medialuna de tu abuelo, tengo un negocio que no me lo quiero perder.

—Te la doy, no tengo problema. —Le contesto Fabio— ¿Se puede saber para qué?

—Si, por supuesto, —le respondió— quiero fabricar  medialunas de aire, y la formula de tu abuelo es la ideal para poder hacerla.

—¿Media luna de aire?  Imposible, estás loco Hugo.

—Loco e imposible en la tierra, en el mundo de los vivos.  Donde yo estoy, con solo querer y saber, uno puede lograr cualquier cosa. Hacer una casa sin ladrillos, un auto sin ruedas, una medialuna sin siquiera harina, pero tenés que saber hacerla, tiene que ser perfecta para que salga.

Escéptico Fabio Luis accedió, no sabía decir que no, además Hugo, un amigo al que él había abandonado le pedía un favor, no podía negarse. Recordaba también la amistad que unía a Hugo con su abuelo. Además: ¿Qué demente más que Hugo puede pensar que podría llegar a salir bien una medialuna de aire?

Fabio bien sabía hacer medialunas y conocía de memoria que función cumplía cada uno de sus ingredientes. Hicieron montones de pruebas algunas salían bien, otras no tanto, fueron sacando uno a uno los ingrediente y sorpresivamente seguían saliendo medialunas.

Por último sacaron la  harina de la receta, amasaron, cortaron los triángulos, las enroscaron, las pusieron en la lata y  las pusieron al horno para la cocción.

Fue un momento muy tenso la espera mientras se cocinaban.  Medialunas de aire y estaban casi listas, era imposible, una locura. Hugo, sin dudas, había enloquecido.

Al abrirse el Horno, deslumbrantes medialunas lucían humeantes.  Fabio, no salía de su asombro, “¿Loco e imposible en la tierra?” —Pensó— se sentía extraño, como en una nube, cayó en la cuenta que…

—Si, Fabio, mi amigo. He venido a buscarte, estando juntos, nos haremos muy buena  companía…

 

Nunca puede adivinarse lo inverosímil o lo sobrenatural.  Lo cierto es que una amistad, con todo lo bueno y con lo no tanto, trasciende y da consuelo más allá de la vida. Y eso, sí que importa.


Editado en Berisso, Provincia de Buenos Aires, Argentina

en Octubre de 2021

Letra: Anton C.Faya

Edición: Mercedes Amiel

Foto: J.P. Korpa

14 comentarios:

  1. Lo volví a leer, genial ,te pasaste y te felicito!

    ResponderEliminar
  2. Un relato muy bien presentado y redactado, felicidades.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Primera vez que llego a este espacio y me encuentro este relato genial!!! Me han gustado varias cosas en el!!!La fluidez de los acontecimientos, la forma en que está narrado tan natural, asi...al pan pan y al vino vino...como hablamos los argentinos ajajajja..las caracteristicas de la trama.. esos trabajos y la forma en que se "las rebuscaba" Hugo...jajaja realmente mortales y muy reales por aqui!! ajjajaj y todo lo demás que fue aconteciendo hasta ese cierre ...si que inesperado.. Creo que el protagonista se da cuenta bastante tarde que lo han venido a buscar..Me ha encantado!!! Sabes que vivi en La Plata muchoooooossssss años.. !!! Un abrazoooo y feliz fin de semana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ufff me alegraste y bien alegrado el día, soy nuevo en esto del blog y nuevo también en los relatos, te confieso que los vivo a medida que los escribo y vos lo has disfrutudo como he soñado que se puede disfrutar un relato... No tengo mas que agradecerte...

      Eliminar
  4. Me has hecho pensar en amigos míos que han muerto.
    Daría cualquier cosa por que resucitaran.

    Buen relato.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te agradezco tu interés, y me place que hayas disfrutado la lectura. Gran abrazo.

      Eliminar
  5. Un maravilloso y extraordinario cuento, el cual aplaudo frenéticamente. Felicitaciones, poeta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hugo, como agradecer este apoyo incansable que me regalas a lo largo de toda la red. Te abradezco mucho amigo mio.

      Eliminar
  6. Los dos amigos continuaron juntos su andar en otro plano, disfrutando de su creación de medias lunas de aire. Es un gran cuento, no es nada breve para blog, pero la agilidad con que está contado, logra que su lectura sea breve. Así me gustaría, que cuando sea el día, irme con alguno de 3mi gente que ya no está por acá.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sabes Sara? Este cuento me vino a la mente una madrugada que mi buen amigo Hugo me visito muy real en un sueño. Escríbeles a tus amigos y terminarán por visitarte. Agradecido contigo.

      Eliminar
  7. Respuestas
    1. Es un honor participar en la comunidad y que en cierta forma guste como en este caso. To te agradezco, voy ya mismo a visitar tu espacio. Saludos...

      Eliminar

Lo más Leído

Letra Desnuda (Prosa descarnada)

Creo que uno puede escribir amoroso, pero debe por obligación ser descarnado, la realidad escasea de caricias y si las hay son pocas muy poc...